Durante muchos años, @anai y yo tuvimos una cuenta activa en #Couchsurfing. Acogíamos regularmente gente de un montón de países que venía de visita a Bilbao por motivos varios (turismo, conferencias, presentaciones artísticas, conciertos, ...).
Fue una experiencia super gratificante. La gente venía una noche o dos, a veces nos preparaban una comida de su tierra, charlábamos, y luego les dábamos algunas indicaciones sobre qué hacer en la ciudad y cada uno por su lado.
Cuando comentábamos esto con otra gente, solía haber tres reacciones: los que se alegraban e interesaban, los que se preocupaban por nuestra seguridad, y los que no entendían por qué no cobrábamos.
A los segundos les explicábamos que el mundo es más seguro de lo que se creen y que además hay un sistema de recomendaciones/denuncias que funciona muy bien.
Pero los más interesantes eran los terceros. Para mí es una mentalidad que está diametralmente opuesta a la mía. Cobrar convertiría la experiencia en un negocio, la desvirtuaría y crearía responsabilidades. Hacerlo gratuitamente era un intercambio, una experiencia, algo gratificante. El dinero lo estropearía.
Inevitablemente, en este mundo capitalista, Couchsurfing se mierdificó (ahora es una plataforma de pago), #AirBnB es muchísimo más popular, y Couchers.org ni siquiera ha llegado a coger el volumen que un día tuvo Couchsurfing.
Además, estoy viejo y cansado y ya no quiero meter más gente en nuestro sofá cama del salón (nuestro piso es pequeño y tiene un solo dormitorio).
Pero a veces me invade una especie de nostalgia cálida cuando recuerdo aquellos tiempos.